7 de agosto de 2009

Tiempo de espera.

En el trabajo diario con niños que presentan trastornos de atención, debemos considerar los tiempos de espera. Muchas veces, el fracaso escolar es el resultado de alguna inadecuada acción educativa.
Frente a niños, que parecen estar "en el aire", es común que surja la ansiedad del docente respecto a los contenidos a alcanzar y al tiempo que se escapa. Sin embargo, dicha ansiedad hace de obstáculo a la hora de pensar las estrategias indicadas para cada niño o niña en particular.
Juan, es un niño que no puede focalizar su atención a lo escolar. A cada propuesta de la maestra, responde "No me molestes". Es un niño de 9 años y 2 meses, que aun no ha alcanzado la alfabetización. Llevó varios meses el intento de vincular a Juan con variadas actividades que lo acercaran a las prácticas de la lectura o la escritura, sin resultados favorables.
La primera sensación de la maestra fue de frustración. En espacios de ateneo, logró habilitarse para esos espacios de juego con Juan, espacios que por cierto él requería.
Hoy Juan, arma y desarma con mecanos; troza y pega papeles; experimenta con mezcla de colores en témpera; se expresa plásticamente, etc. No siente la presión de tener que escribir ni leer. Pero comienza a preguntar acerca de las instrucciones de un juego, de cómo se prepara un color determinado; poco a poco, va apareciendo algo del orden de la curiosidad y el deseo de saber acerca de ciertas cosas.
Cuando en Juan pueda operar algo de la separación en relación al vínculo con su madre, quizás pueda él estar habilitado para poder escribir y/o leer.
En las escuelas de educación especial, las estrategias de trabajo son pensadas en el caso por caso.
Hay un tiempo para ver, un tiempo para comprender y un tiempo para concluir.

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