12 de julio de 2009

LA OTRA CARA DEL PROCESO DE ESCRITURA.


El aprendizaje del sistema de escritura y la apropiación del lenguaje escrito en una niña de 1er. grado.

Durante el proceso de construcción de la escritura, los niños crean hipótesis originales y alcanzan logros cognitivos en cada momento del proceso. Atraviesan un primer nivel presilábico, un segundo nivel silábico, un tercer nivel silábico alfabético, para finalmente apropiarse del nivel alfabético estricto.

Sin embargo, esto es sólo una cara del proceso. Expresa la generalidad; importantes investigaciones psicogenéticas informan sobre cómo los niños aprenden a “leer” y a “escribir” antes de hacerlo convencionalmente. Sin lugar a dudas, este conocimiento es de sumo beneficio para la práctica docente.

La otra cara del proceso, no está en los libros, no surge como resultado de investigaciones, la otra cara se inscribe con el deseo puesto en juego en la singularidad de cada niño.

Generalidad y singularidad no son excluyentes. Si esto se pierde de vista, la adquisición de la práctica del lenguaje es imposible.

Karen, es una niña que con sus largas trencitas, sus ojos vivaces, y sus cinco añitos, llegó a mi sala de “apoyo psicopedagógico” en una escuela de educación primaria porque “No atiende, conversa, se distrae, le cuesta mucho...”

Los niños en primer grado deben iniciarse en la escritura y la lectura. Pero Karen no puede, Karen está “en otro lugar”. No atiende, porque tal vez esté atenta a otra cosa que no es precisamente lo que la escuela demanda que atienda.

Mi primer paso fue recavar información acerca de su historia escolar. Había cursado en la misma escuela la sala de 5. Recurrí a sus legajos, a través de los cuales tomé conocimiento sobre el desinterés manifiesto por Karen hacia la escritura (su nombre propio, inclusive). También recogí otros datos: Karen era gustosa de la representación en el rincón teatral, pero siempre su lugar era el de un personaje secundario. Indagué, pues, acerca de su constelación familiar que se conformaba así: madre, padre, y un hermanito, menor, de 3 años. La invité a efectuar varios dibujos, donde aparecen manifiestos, claramente, los celos hacia su hermano. Karen se dibuja siempre aislada del grupo familiar, al margen de la escena, “en otro lugar”.

Este dato, fue muy importante para abordar la tarea de apoyo; sumado a otro de no menor importancia y que linda con una escasa estimulación desde el hogar y sus figuras parentales.

Ya estaba contextuada la problemática. Había que trabajar con Karen desde el afecto, esperarla, recibirla, sentarse a su lado, meterse en ese “otro lugar” y traerla de la mano.

Así comenzamos a trabajar: con escrituras espontáneas “escríbelo como puedas”, traduciendo lo que escribía en su cuaderno. El diagnóstico de su nivel de escritura era el presilábico, de las escrituras diferenciadas (Emilia Ferreiro). El valor y el aliento dado a sus producciones, quedaban reflejados en su cuaderno, con palabras o frases de reconocimiento, acompañadas por una florecita dibujada. El recurso de la flor, que bien pudo haber sido otro, dejó una marca. Algo se inscribió e hizo huella. En los próximos encuentros Karen se mostraba contenta, “le mostré a mi mamá lo que me regalaste” (refiriéndose a la flor).

Hoy Karen se encuentra cursando el nivel silábico y busca entusiasmada carteles que se encuentran en el aula, o en su cuaderno, para leer.

Una nueva florecita la espera en cada encuentro. Se renueva junto al afecto en la tarea diaria con Karen.

Eso es lo que no debemos olvidar los que trabajamos en educación: el AFECTO AFECTA, y no es sin consecuencias.

No hay comentarios: