28 de mayo de 2008

"Trastornos de atención"

Cuando hablamos de ADD, ¿de qué estamos hablando?

“... Es un niño muy inquieto, torpe en sus movimientos, no puede permanecer sentado en clase. Constantemente pide ir al baño, el tema es salir del aula. Suele deambular de banco en banco, molesta a sus compañeros. No demuestra interés por ninguna actividad. No atiende. Lo quieren trasladar a una escuela de recuperación. Es ADD...”

Este recorte fue tomado de un informe realizado por una docente de 1er. grado durante el periodo de evaluación diagnóstica habitual al inicio del año lectivo. Hagamos un recorte del recorte y pensemos cómo resuena: INQUIETO – TORPE – DEAMBULADOR – MOLESTO – DESATENTO – ES ADD.
“ES ADD”, parece no haber lugar para cuestionamientos.
¿Qué sucede con estos niños cuando para la mirada del otro son puestos en el lugar de síndrome?.
Cabe pensar si los síntomas se dan en un sujeto sin conflictos psíquicos, sin historia, sin familia. Muchas veces, en la clínica como en las escuelas, es común oírles a los niños decir: “YO SOY ADD”, esta es su carta de presentación. Pero también es la de los adultos. Padres abrumados por la situación que se ven inmersos en la vida escolar y social de sus chicos - colmados de frases hechas del tipo “No lo podemos parar”, “Nada lo frena”, “No atiende en clase” – no encuentran salida. O quizás, la única opción que les augura la posibilidad de un cambio es el fármaco. Es cierto que los medicamentos Psicotrópicos no curan pero modifican conductas y funciones; sin embargo, considero que acallar los síntomas dejando intactos los conflictos psíquicos que desencadenan este tipo de diagnóstico es quedarse a mitad de camino.
Son harto frecuentes los tratamientos medicamentosos suspendidos después de un tiempo; los niños parecen demostrar que ahora sí pueden con lo escolar. Sin embargo, en breve no sólo los síntomas retornan sino que además recrudecen. Y el rótulo queda fijado para siempre. Y con él, cual profecía autocumplidora, se vislumbra el final: fracaso escolar. Si volvemos al recorte, podríamos empezar a pensar: ¿Puede un niño no atender a nada?. Mejor sería decir que tal vez no pueda atender a las exigencias de lo escolar porque está atento a otras cosas. Y de eso se tratará: vislumbrar en qué pone su atención el niño.
Así entramos de lleno al terreno de la atención selectiva, en tanto el niño tiene que efectuar la selección de un elemento desentendiéndose de los demás para – como pide la escuela – “atender en clase”. La clínica psicoanalítica con niños da cuenta de que no es posible hablar de “Un Trastorno de Atención”, sino que por el contrario hay distintos Trastornos de Atención, como también distintos trastornos motrices.
Pensemos en la desatención de un niño que es víctima de la violencia, y que por lo tanto permanece en un estado constante de alerta. (Atiendo a un niño que vive en la villa y vive con frecuencia situaciones de tiroteos y muertes. En clase, en cuanto escucha una sirena se asusta y se paraliza).
La principal fuente de detección de situaciones de esta índole, es la escuela. Los chicos logran crear un vínculo particular con sus docentes y suelen contarles lo que les pasa. Es importante considerar esta variable, ya que se han cometido significativos errores diagnósticos por no escuchar estos mensajes.
¿Y qué de aquellos niños que a raíz de las dificultades que le provoca el mundo escolar se repliegan en la fantasía?. Es habitual escuchar a maestros y a los propios padres de los chicos referirse a ellos como que “están en el aire” o “están en la luna”.
Muchos niños que “no paran de moverse”, necesitan mostrar que están vivos, evitando así (como afirma Francoise Doltó) que una madre depresiva se desplome.
También, distintos momentos críticos, como pueden ser separaciones de los progenitores, adopciones, mudanzas, pérdidas significativas, cualquier situación que indique un estado transitorio, pasajero, pueden dar lugar a algún tipo de trastorno de atención.
Me parece esencial que tanto los profesionales vinculados a la educación y la salud mental, como las familias, tengamos en cuenta los distintos factores que pueden dar lugar a un trastorno de esta índole.
Más allá del diagnóstico, se abre un abanico de posibilidades de trabajo con estos niños. En principio, poner entre paréntesis la exigencia de que todos deben aprender lo mismo. Sobre todo en la sociedad actual donde la posibilidad de emergencia de lo singular está perdida, donde el diferente es dejado de lado; y es más cómodo aseverar que un chico no atiende, no le interesa o que está en la luna. Cuando esta representación del adulto se convierte en una certeza, no deja lugar a la pregunta ¿qué le pasa a este niño? , ¿cómo podemos ayudarlo?.
Más acá del diagnóstico, me gusta parafrasear a W.R.Bion cuando dice”... Funcionar como aquel que puede recibir y devolver en forma modificada el estallido del otro...”. Esto es, saber hacer con Eso que se presenta como inabordable algo diferente. Hacer diferencia, de eso se trata para que el niño/a en cuestión pueda adquirir un orden interno que lo habilite para el desempeño escolar. Y la contención es el primer acercamiento para que puedan ser “alojados” en vez de “desalojados” del aula y de su grupo de pares.

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